Ni siquiera los ordenadores más potentes del mundo pueden realizar traducciones fieles en tiempo real y, sin embargo, los intérpretes lo hacen con facilidad.
Autor del artículo en inglés: Geoff Watts.
Una mañana de verano visité la oficina de las Naciones Unidas en Londres. La sede central de la Organización Marítima Internacional (OMI) se sitúa en la orilla sur del Támesis, a poca distancia aguas arriba de las cámaras del Parlamento británico.
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La cabina era poco mayor que una cabina de teléfono, muy luminosa pero con poca ventilación. Bajo nosotros se encontraban los escritorios cuidadosamente colocados en semicírculo de los representantes. Casi la mitad estaban ocupados por hombres vestidos con trajes.
Me senté detrás de dos intérpretes cuyos nombres eran Marisa Pinkney y Carmen Soliño, y enseguida los representantes empezaron a hablar. Pinkney encendió su micrófono. Se paró durante un momento y después empezó a traducir al español lo que el representante decía en inglés.
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