La mayoría de la gente en el mundo habla más de un idioma lo que hace suponer que el cerebro humano se desarrolló para trabajar en múltiples idiomas. «Si esto es así, ¿qué se están perdiendo aquellas personas que solo hablan un idioma?», se pregunta Gaia Vince.
En una cafetería al sur de Londres, dos obreros charlaban de forma animada lanzando palabras aquí y allá; la cubertería se movía al ritmo de sus empáticas gesticulaciones y, a veces, estallaban en ruidosas carcajadas. Están hablando de una mujer, eso está claro, pero me pierdo en los detalles. Es una pena porque la conversación parece ser divertida e interesante, especialmente para una cotilla como yo, pero no hablo su idioma.
Solo por curiosidad los interrumpí para preguntarles en qué idioma estaban hablando. Con una sonrisa en la boca, cambiaron sin esfuerzo al inglés y me explicaron que eran sudafricanos y que estaban hablando en xhosa. Uno de ellos, Theo Morris, me contó que en Johannesburgo, la ciudad de donde provenían, la mayoría de la gente hablaba hasta cinco idiomas y que, por ejemplo, el idioma nativo de su madre era el sotho, la de su padre es zulu, él aprendió xhosa y ndebele por sus amigos y vecinos y el inglés y africano en el colegio. «Fui a Alemania antes de venir aquí, así que también hablo alemán», añadió.
—¿Te resultó fácil aprender tantos idiomas?
—Sí, es algo normal—sonrió.
En realidad tenía razón. En todo el mundo más de la mitad de la población (la estimación varía de un 60 a un 75 por ciento)habla al menos dos idiomas. Muchos países tienen más de un idioma oficial como es el caso de Sudáfrica que cuenta con 11. Se espera que la gente pueda hablar, leer y escribir en más de un puñado de «súper» idiomas como el inglés, chino, hindi, español o incluso árabe. Así que, ser monolingüe, como en el caso de muchos nativos ingleses, es estar en minoría y, quizás, estar perdiéndose algo.
El multilingüismo ha demostrado tener muchas ventajas a nivel social, psicosocial y en lo relacionado con el estilo de vida. Es más, los investigadores han hallado diversos beneficios para la salud directamente relacionados con el hecho de hablar varios idiomas, entre los que se encuentran recuperaciones más rápidas en los casos de derrames cerebrales y un retraso en la aparición de los primeros signos de demencia.
¿Puede ser que el cerebro humano se haya desarrollado para ser multilingüe y que aquellos que hablan un solo idioma no estén explotando su potencial? En un mundo que está perdiendo idiomas cada vez más rápido (actualmente se extingue un idioma cada 15 días, de continuar así a finales de siglo se habrán extinguido la mitad de los idiomas que existen actualmente)¿qué pasará si la rica diversidad de idiomas actual desaparece y la mayoría de nosotros acabamos hablando solo uno?
Los bilingües desempeñan estas tareas mucho mejor que los monolingües; son más rápidos y más precisos.
Estoy sentada en un laboratorio con los auriculares puestos mirando fotos de copos de nieve en un ordenador. Cuando aparecen un par de copos, oigo la descripción de uno de ellos a través de los cascos y todo lo que tengo que hacer es decidir qué copo de nieve es del que se está hablando. El único truco es que las descripciones están en un idioma completamente inventado: el syntaflake.
Es parte del experimento de Panos Athanasopoulos, un griego apasionado por los idiomas. Profesor de psicolingüística y cognición bilingüe en la Universidad de Lancaster, se encuentra al frente de una nueva corriente de investigación dentro de la mente bilingüe. Como cabría esperar, su laboratorio es una Torre de Babel de diferentes nacionalidades e idiomas, pero nadie aquí ha crecido hablando el syntaflake.
Esta tarea es verdaderamente extraña e increíblemente difícil. Normalmente, cuando se interactúa en un idioma extranjero hay reglas que ayudan a descifrar el significado. El hablante debe señalar el copo de nieve mientras le hablan, debe usar sus manos para mostrar formas o sus dedos para contar números, por ejemplo. Aquí no hay reglas y, ya que se trata de un idioma inventado, ni siquiera puedo contar con percatarme de cualquier similitud con idiomas que ya conozco.
Aunque, después de un tiempo, empiezo a notar que un patrón emergente en cuanto a la sintaxis y los sonidos. Por tanto, resuelta a no «suspender» el test, decido ser matemática y cojo papel y lápiz para trazar algunas reglas que emergen..
Esta experiencia me recuerda a cuando hace tiempo llegué a un pueblo rural a unas pocas horas a las afueras de Pekín donde tuve que a hacerme entender forzosamente en un idioma que no hablo ni leo con personas que asociaban el inglés con algo extraterrestre. Pero incluso ahí contaba con elementos de ayuda… Ahora, sin ninguna interacción humana que me acompañe, las reglas que gobiernan los sonidos que oigo permanecen imprecisas y al final de la sesión me tengo que dar por vencida.
Mientras el equipo analiza mi caso, hablo con Athanasopoulos y, con tristeza, le relato mis dificultades a la hora de aprender el idioma a pesar de mis esfuerzos. El profesor no tarda en explicarme en qué he fallado: «las personas que realizan mejor esta tarea son aquellas a las que no les importa en absoluto el resultado y solo quieren terminarla lo antes posible. Los estudiantes y el personal docente que intentan que funcione e intentan encontrar el patrón son los que peor lo hacen», expone.
«Es imposible que en el tiempo concedido se pueda descifrar las reglas del lenguaje y dotarle de sentido a todo lo que se te ha dicho, pero tu cerebro está preparado para hacerlo, aunque de manera subconsciente. Es por eso por lo que, si no piensas en ello, harás el test correctamente, como es el caso de los niños».
Al estar tan relacionadas con la identidad, el idioma es un asunto unido estrechamente con la política.
Las primeras palabras que se pronunciaron deben tener unos 250.000 años de antigüedad, cuando nuestros ancestros se levantaron sobre las dos piernas y liberaron la caja torácica como soporte del peso, lo que permitió un buen control de la respiración y favoreció el desarrollo del tono de voz. Una vez los seres humanos creamos nuestra primer idioma, no tardamos mucho tiempo en crear el resto.
La evolución de los idiomas se puede comparar con la evolución biológica. Pero mientras que el cambio genético va unido a presiones medioambientales, los idiomas cambian y se desarrollan mediante presiones sociales. A lo largo del tiempo, los diferentes grupos de los primeros humanos se encontrarían con que hablaban diferentes idiomas. Por ello, para poderse comunicar unos con otros (para hacer negocios, viajar, etcétera), fue necesario que algunos miembros de la familia o del grupo hablaran otros idiomas.
Podemos entender un poco cómo de predominante ha sido el multilingüismo si miramos a los pocos cazadores-recolectores que quedan hoy en día. «Si observamos a los cazadores-recolectores modernos, casi todos son políglotas», dice Thomas Bak, neurólogo cognitivo que estudia la ciencia del lenguaje en la Universidad de Edimburgo. «La regla era no casarse ni tener hijos con otra persona de la misma tribu o clan, es era un tabú; así que cada madre y padre hablaban un idioma diferente».
En la Australia aborigen, donde todavía se hablan más de 130 idiomas indígenas, el multilingüismo es parte del paisaje. «Puedes estar caminando y hablando con alguien, cruzar un riachuelo y, de repente, que tu acompañante empiece a hablar en otro idioma. La gente habla el idioma del mundo. Es algo que pasa también en otros lugares. Pensemos en Bélgica: coges un tren en Lieja y los avisos los dirán primero en francés. Luego, atravesarás Lovaina donde dirán los avisos en holandés primero y luego, al llegar a Bruselas, se volverá a cambiar al francés primero», explica Bak.
Al estar tan relacionadas con la identidad, el idioma es un asunto unido estrechamente con la política. La aparición de las naciones europeas y el crecimiento del imperialismo durante el siglo XIX hicieron que se considerase desleal hablar otro idioma que no fuera el nacional. Quizá esto contribuyó a la opinión de muchos, en particular en Gran Bretaña y EEUU, quienes defendían que educar a los niños para que sean bilingües era dañino para su salud y para la sociedad en general.
Se lanzaron advertencias de que los niños bilingües se podrían confundir con los dos idiomas, tener una inteligencia menor, baja autoestima, comportarse de manera anormal, desarrollar una doble personalidad e, incluso, padecer esquizofrenia. Es una visión que persistió hasta hace poco, lo que desanimó a muchos padres inmigrantes a la hora de hablar en su idioma nativo con sus hijos, por ejemplo.
Esa idea perduró a pesar de que un experimento llevado a cabo en 1962, e ignorado durante décadas, demostró que los niños bilingües obtenían mejores resultados que los monolingües tanto en los exámenes verbales como en los no verbales.
Sin embargo, las investigaciones realizadas en la última década por neurólogos, psicólogos y lingüistas en la que usaron la tecnología más avanzada en la toma imágenes cerebrales, reveló una numerosos beneficios cognitivos para los bilingües. Todo tiene que ver con la manera en la que nuestra mente flexible aprende a realizar varias tareas al mismo tiempo.
Muchos bilingües dicen que se sienten diferentes cuando hablan su otro idioma, como si fueran otra persona. Así, si me preguntas en inglés cuál es mi comida favorita me imaginaré a mí misma en Londres eligiendo entre las opciones que me gustan de allí, pero si me preguntas en francés, me teletransportaré a París, donde mi elección va a variar completamente. Esto pasa también con las preguntas personales cuya respuesta variará dependiendo del idioma en el que me preguntes. La idea de adquirir una nueva personalidad con cada idioma que se hable y que se actúe de forma diferente cuando hablas en diferentes idiomas es profunda.
Athanasopoulos y sus compañeros han estado estudiando la capacidad que tiene el idioma para cambiar las perspectivas de las personas. En un experimento se mostraron vídeos a un inglés y un alemán en donde aparecen personas moviéndose: una mujer caminando hacia su coche o un hombre en bicicleta dirigiéndose al supermercado. El angloparlante se centra más en la acción y describe con normalidad la escena como una mujer está caminando y un hombre está montando en bici. Sin embargo, el germano parlante tiene una visión general holística e incluye el objetivo de la acción, por lo que en alemán ellos dicen una mujer camina hacia su coche o un hombre pedalea en la bicicleta hacia el supermercado.
Esto se debe en parte a los recursos gramaticales disponibles, explica Athanasopoulos. A diferencia de los alemanes, los ingleses tienen la terminación en -ing para describir acciones que están en desarrollo, lo que hace que los angloparlantes sean menos propensos que los alemanes a asignar un objetivo a una acción cuando se describe una escena ambigua. Sin embargo, cuando examinó a bilingües inglés y alemán, el hecho de que se centraran más en la acción o en el objetivo dependía del país en el que fueron examinados. Si los bilingües se examinaron en Alemania se centraron más en el objetivo, mientras que si fueron examinados en Inglaterra se enfocaron más en la acción, sin importar el idioma que usaron. Estos resultados demostraron que la interrelación entre la cultura y el idioma influye en la visión del mundo de una persona.
En los años sesenta, una de las pioneras en psicolingüística, Susan Ervin-Tripp, examinó a una mujer bilingüe japonés e inglés y le preguntó que terminara unas frases en cada idioma. Susan se dio cuenta de que la mujer terminaba las frases de manera distinta dependiendo del idioma que usara. Por ejemplo, la frase «cuando mis deseos difieren de los de mi familia…» en japonés concluyó con «es un momento de gran tristeza» mientras que en inglés terminó la frase con «yo hago lo que quiero». Similares resultados obtuvo con la frase «los verdaderos amigos deberían…»que finalizó con un «ayudarse mutuamente» en japonés y con un «ser sinceros» en inglés.
A partir de esto, Ervin-Tripp concluyó que el pensamiento del ser humano tiene lugar dentro de las áreas lingüísticas y que los bilingües tienen diferentes mentalidades para cada idioma, una extraordinaria idea ha sido confirmada gracias a estudios posteriores. De hecho, muchas personas bilingües afirman que se sienten como si fueran una persona diferente al hablar en su otro idioma. Estas distintas mentalidades están continuamente en conflicto ya que el cerebro bilingüe elige qué idioma usar.
En un experimento revelador con su grupo bilingüe inglés-alemán, Athanasopoulos les hizo recitar una serie de números en voz alta tanto en alemán como en inglés. Efectivamente, esto sirvió para bloquear eficaz y completamente el otro idioma y cuando se les mostraron los vídeos de movimiento, las descripciones bilingües se enfocaban más en la acción o en el objetivo dependiendo del idioma que se había bloqueado. Así que, si recitaron los números en alemán, sus respuestas a los vídeos fueron típicamente alemanas, es decir, centradas en el objetivo. Por otro lado, cuando el sujeto cambiaba de repente al otro idioma, las respuestas al vídeo también cambiaban.
Entonces, ¿qué ocurre? ¿Hay realmente dos mentes separadas dentro de un cerebro bilingüe? Estas son las preguntas a las que el experimento de los copos de nieve pretende dar respuesta. Estoy un poco nerviosa por lo que pueda revelar mi torpe ejecución, pero Athanasopoulos me asegura que soy similar a otros que se examinaron con anterioridad. Es más, hasta ahora, parece que confirmamos su teoría.
Para evaluar el efecto que tiene en mi cerebro el intentar entender el idioma syntaflake, realicé un testantes y después de la tarea de los copos de nieve. En estas tareas, denominadas Flanker de Erikssen, aparecían flechas en la pantalla y yo tenía que pulsar el botón derecho o izquierdo de acuerdo con la dirección de la flecha en el centro. Algunas veces las flechas de alrededor me confundían, así que al finalizar la primera sesión mis hombros se habían encorvado hasta llegar casi a mis orejas y yo acabé exhausta de la concentración. No se trata de una tarea en donde la práctica mejore el resultado (en realidad la mayoría de las personas lo hacen peor la segunda vez), pero cuando realicé el mismo test otra vez después de completar la tarea de los copos de nieve mejoré de manera significativa, tal y como Athanasopoulos predijo.
«Aprender un nuevo idioma mejoró tu resultado en la segunda ocasión», me explicó. Aunque me sentí aliviada al saber que encajo dentro de la escala normal, no deja de ser un resultado curioso, ¿cómo es posible?
Las tareas Flanker de Erikssen son ejercicios para la resolución de conflictos cognitivos: si la mayoría de las flechas estaban apuntando hacia la izquierda, mi impulso inmediato fue pulsar el botón izquierdo, pero esta no era la respuesta correcta si la flecha central estaba apuntando a la derecha. Tuve que bloquear mi impulso y acatar a la regla. Otro ejemplo de conflicto cognitivo es un test en el que los nombres de los colores están escritos en diferentes colores, por ejemplo, el azul está escrito en rojo. El propósito es decir el color en el que está escrita la palabra, pero esto es complicado porque tendemos a leer la palabra con más rapidez que lo que tardamos en procesar el color de las letras. Por tanto, el ignorar el impulso de decir la palabra y no el color requiere un esfuerzo mental considerable.
El test de los copos de nieve preparó mi CCA (córtex del cíngulo anterior) para la segunda tarea Flanker de Erikssen, como si hablar más de un idioma parece sirviera para entrenar el sistema ejecutivo de manera más general. Numerosos y continuos estudios llevados a cabo en la última década, demostraron que los bilingües superaban a los monolingües en una serie de tareas sociales y cognitivas que varían desde exámenes verbales y no verbales hasta cómo de bien leen a otras personas. Se cree los bilingües poseen una mayor empatía ya que son capaces de bloquear de forma más efectiva sus propios sentimientos y para concentrarse en los de la otra persona.
«Los bilingües realizan estas tareas mucho mejor que los monolingües, son más rápidos y precisos», afirma Athanasopoulos. «Esto también sugiere que sus sistemas ejecutivos son diferentes que los de los monolingües».
De hecho, tal y como explica la neuropsicóloga cognitiva Jubin Abutalebi de la Universidad de San Rafael en Milán, es posible distinguir a las personas bilingües de las monolingües con tan solo observar un escáner de sus cerebros. «Las personas bilingües tienen más materia gris que los monolingües en su córtex del cíngulo anterior y esto es debido a que lo usan con más frecuencia». El CCA funciona como un músculo cognitivo y añade: «cuanto más lo usas, más fuerte, grande y flexible se vuelve».
Resulta que los bilingües ejercitan constantemente su control ejecutivo porque sus dos idiomas están continuamente compitiendo por atención. Estudios basados en el análisis de imágenes del cerebro muestran que cuando una persona bilingüe habla en un idioma su CCA está continuamente reprimiendo el deseo de usar las palabras y gramática de su otro idioma; y no solo eso, sino que su mente juzga todo el tiempo cuándo y cómo usar la lengua meta. Por ejemplo, los bilingües raramente confunden ambos idiomas, aunque pueden introducir, de forma ocasional, palabras o frases de su otro idioma si la otra persona con la que hablan lo conoce también.
«Mi lengua materna es el polaco, pero mi mujer es española así que hablo español. Vivimos en Edimburgo, por lo que también hablamos inglés», dice Thomas Bak. «Cuando hablo con mi mujer en inglés a veces uso palabras españolas, pero nunca uso el polaco y cuando hablo con la madre de mi mujer en español, nunca introduzco palabras en inglés porque ella no las entiende. No es algo que piense, es automático pero mi sistema ejecutivo trabaja muy duro para detener los otros idiomas».
Para los bilingües, dado su excepcional y brillante control ejecutivo, las tareas Flanker de Erikssen son solo una versión consciente de los que sus cerebros hacen inconscientemente durante todo el día, así que es de extrañar que sean buenos en ello.
Puede que debamos empezar haciendo más ejercicios cognitivos para mantener nuestra salud mental, especialmente si solo hablamos un idioma.
Una habilidad superior para concentrarse, para resolver problemas, una mejora de la flexibilidad mental y mayor destreza en modo multitarea es algo, por supuesto, muy útil para nuestro día a día, pero quizás el beneficio más fascinante del bilingüismo aparece con la edad, cuando la función ejecutiva disminuye: el bilingüismo podría protegernos contra la demencia.
La psicolingüista Ellen Bialystok realizó un sorprendente descubrimiento en la Universidad de Nueva York en Toronto mientras estaba comparando la población anciana de monolingües y bilingües. «Los bilingües mostraron síntomas de Alzheimer, pero con un retraso de cuatro o cinco años respecto de los monolingües con la misma patología», comentó.
Ser bilingüe no previene a la gente de padecer demencia, pero retrasa sus efectos; así que en dos personas que muestran un ritmo similar en el progreso de la enfermedad, el bilingüe mostraría síntomas unos cinco años más tarde que el monolingüe. Bialystok piensa que esto se debe a que el bilingüismo reconfigura el cerebro y mejora el sistema ejecutivo, aumentando la «reserva cognitiva» de las personas. Esto quiere decir que cuando partes del cerebro sucumben al daño, los bilingües pueden compensarlo más porque tienen materia gris extra y vías neurológicas alternativas.
Además, el bilingüismo puede servir como protección tras sufrir un daño cerebral. En un reciente estudio realizado en la India a 600 supervivientes de accidentes cerebro vasculares, Bak descubrió que la recuperación cognitiva era dos veces más probable en los bilingües que en los monolingües.
Estos resultados sugieren que el bilingüismo ayuda a mantenernos mentalmente en forma. Puede ser incluso una ventaja que la evolución ha seleccionado de manera positiva para nuestros cerebros, una idea respaldada tanto por la facilidad con la que aprendemos nuevos idiomas y cambiamos de uno a otro como por la omnipresencia del bilingüismo en la Historia. De la misma manera que necesitamos realizar ejercicio físico para mantener la salud de unos cuerpos concebidos para un estilo de vida de cazador-recolector, deberíamos empezar a realizar más ejercicios cognitivos para mantener nuestra salud mental, especialmente si solo hablamos un idioma.
En los últimos años, ha habido una respuesta negativa en contra de estos estudios que demuestran los beneficios del bilingüismo. Algunos investigadores intentaron repetir algunos de los resultados y fallaron, mientras que otros cuestionaron los beneficios para la vida diaria de la mejora en la función ejecutiva. Bak escribió una réplica a las críticas publicadas en la que expuso que hoy día existen pruebas abrumadoras de que los cerebros de los bilingües y monolingües funcionan de manera diferente gracias a los experimentos psicosociales respaldados por estudios con imágenes. Explicó que los detractores habían errado en sus métodos experimentales.
Bialystok está de acuerdo y añade que es imposible examinar si el bilingüismo mejora los resultados de los exámenes escolares en niños porque hay muchos factores confusos. No obstante, argumenta que «al fin ya al cabo no hay diferencia; el estudio no ha aportado ningún dato negativo así que, habiendo confirmado los grandes beneficios sociales y culturales de saber otro idioma, el bilingüismo debería promoverse». En cuanto a beneficios financieros, un cálculo estima el valor de saber un segundo idioma hasta en 128.000 dólares durante 40 años.
A un bebé le lleva tres años aprender un idioma, mientras que un adulto solo tarda unos meses. El resultado de mi test en el laboratorio de Athanasopoulos muestra que con tan sólo 45 minutos intentando entender un idioma se puede mejorar la función cognitiva. Su estudio no ha finalizado todavía, pero otra investigación ha demostrado que los beneficios de aprender un idioma se pueden conseguir rápidamente.
El problema es que tienden a desaparecer a menos que los usemos y es poco probable que yo vuelva a usar el idioma inventado de los copos de nieve. Aprender un idioma no es la única manera de mejorar la función ejecutiva, también la pueden mejorar los videojuegos, aprender a tocar un instrumento e incluso algunos juegos de cartas. Pero ya que usamos el idioma todos los días, probablemente este sea el mejor entrenamiento de la función ejecutiva. Así que, ¿cómo se puede poner en práctica este conocimiento?
Una opción es enseñar a los niños en diferentes idiomas, como ya se está llevando a cabo en muchas partes del mundo. En la India, por ejemplo, usan un idioma en el colegio distinto al que hablan con su madre o a la lengua de su pueblo. Claro que, en los países de habla inglesa, esto es poco frecuente.
Sin embargo, hay un creciente movimiento hacia la denominada «escuela de inmersión» en la que se les enseña a los niños en dos idiomas distintos. En el estado de Utah, pionero en esta iniciativa, hay muchos colegios que ya ofrecen inmersión en chino mandarín y español.
«Usamos un modelo de medio día, de esta manera se enseña en el idioma meta por la mañana y en inglés por la tarde. Esta dinámica suele variar dependiendo del día, ya que algunos niños aprenden mejor por la mañana y otros por la tarde», explica Gregg Roberts, quien trabaja en la Oficina Estatal de Educación (Office State Education) de Utah y quien además ha defendido la inmersión lingüística en el estado: «Hemos constatado que los niños lo hacen tan bien e incluso mejor que sus compañeros monolingües en todas las asignaturas. Se concentran mejor, se centran y tienen más autoestima. Siempre que entiendas otro idioma, entenderás el idioma y la cultura mucho mejor. Es beneficioso tanto desde un punto de vista económico como social, por lo que necesitamos sobreponernos a nuestra aflicción con el monolingüismo».
El enfoque de la inmersión se está experimentando en Reino Unido ahora. En el colegio secundario Bohunt en Liphook, Hampshire, su director, Neil Strowger, introdujo la inmersión con el chino en algunas clases.
Me siento en una clase de arte con niños de 12 años con sus dos profesores: uno que les habla en inglés y otro en chino. Los niños se involucran en la dinámica de la clase, pero callados, concentrados en la tarea de aprender múltiples ideas. Cuando hablan, lo hacen a menudo en chino. De hecho, resulta bastante surrealista escuchar a gente joven en el Reino Unido hablando sobre el artista grafitero británico Banksy en chino mandarín. Los niños dicen que eligieron aprender en chino porque pensaron que sería «divertido», «interesante» y «útil». Nada que ver con las aburridas clases de francés que tuve que aguantar en el colegio.
La mayoría de la clase de arte harán el examen de acceso a la Universidad (conocido como GCSE) de chino unos años antes, pero Strowger me asegura que el programa ha tenido muchos beneficios además de la mejora en las notas: el compromiso y el disfrute de los estudiantes ha mejorado, su conciencia sobre otras culturas ha aumentado, por lo que están equipados para ser ciudadanos globales, sus horizontes se han expandido y, consecuentemente, sus perspectivas laborales han mejorado.
¿Qué pasa todos los que ya no vamos al colegio? Para mantener los beneficios del bilingüismo, es necesario usar ambos idiomas y eso puede ser complicado, especialmente para la gente más adulta que no tiene tantas oportunidades para practicar. Quizás necesitemos clubs de lenguas donde la gente pueda quedar para hablar otros idiomas. Bak ha realizado un estudio piloto con gente mayor que quiere aprender gaélico en Escocia y ha observado beneficios significativos después de una semana. Ahora quiere llevar a cabo un estudio más grande. Nunca es tarde para aprender otro idioma y puede ser muy gratificante. Alex Rawlings es un profesional británico políglota que habla 15 idiomas: «Cada idioma te aporta un nuevo estilo de vida, nuevos matices de significado, ¡es adictivo!».
«La gente dice que es difícil siendo ya adulto, pero yo diría que es incluso más fácil después de los ocho años. A un bebé le lleva tres años aprender un idioma, pero solo unos meses a un adulto».
Tal y como demuestran estudios recientes, es una inversión de tiempo que vale la pena. Ser bilingüe puede mantener nuestras mentes en mejor forma durante más tiempo, más aún en la vejez, y puede tener un enorme impacto la escolarización de nuestros hijos y el trato hacia nuestros mayores. Mientras tanto, tiene sentido hablar, talk, parler, sprechen, beszél, berbicara en tantos idiomas como sea posible.
- Autora: Gaia Vince
- Original: https://mosaicscience.com/bilingual-brains
- CC-BY 4.0
- Traducido por: Ester Sánchez González.
- Revisado por: Sara Rodríguez Murcia
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