Eliminar o no eliminar, esa es la cuestión.
Publicado el 19 de septiembre de 2012 por el doctor en filosofía William Irwin, Ph.D. en Plato on Pop.
A menudo me enfrento al impulso de borrar a todos mis amigos de Facebook, bueno, a casi todos, pero las campañas electorales hacen que mi deseo aumente. Entre mis amigos de Facebook tengo a parientes, compañeros del colegio y del instituto, gente del barrio, compañeros de la facultad, colegas del trabajo, personas a las que solo he visto una vez y gente que ni siquiera conozco. Gracias a esta variedad tengo un amplio abanico de puntos de vista sobre diversos temas. Principalmente, me gusta porque es fácil no salir de esa burbuja que te hace creer que todo el mundo piensa como tú, sólo porque la gente con la que te relacionas así lo hace. ¿Acaso a todo el mundo le gusta Jon Stewart y el sushi? Por supuesto que no. En el siglo XIX, John Stuart Mill ya lo sabía y aún hoy las enseñanzas de su obra Sobre la libertad son igual de válidas. Durante milenios los filósofos han sido pacientes y tolerantes, podemos aprender de ellos y sacar algo productivo de las discrepancias, también mejorar nuestro estilo en Facebook y hasta mantener algunas «amistades» del siglo XXI.
Cuando se trata de política, soy (des)afortunado por tener numerosos amigos en Facebook, todos con ideologías diferentes. En temas candentes, como en el aborto, el papel del gobierno, la economía y así sucesivamente no tienen nada en común. Sin embargo, lo que ponen en común llega a ser ofensivo para los que no piensan como ellos. Me gustaría decir que mis amigos más cultos suelen ser más elegantes y menos impulsivos en sus críticas, pero desgraciadamente no es así. Por lo general, parece que la gente que no está de acuerdo con su ideología son maquiavélicos mortífagos o como soldados imperiales sin mente, o a lo mejor ambas. Pero hay una tercera alternativa que, en los momentos más reflexivos, algunos de mis amigos tienen en cuenta: si la gente no piensa como ellos, es porque está mal informada. Tenemos a algunos Voldemorts que suelen ser políticos o especialistas, pero la mayoría son Darth Vaders. Se les puede llevar mediante una constante cruzada al lado luminoso de la fuerza, «aún queda algo bueno en él, puedo sentirlo», y ahí empieza la campaña informativa. Mis amigos publican interminables artículos explicando por qué el otro lado se equivoca, con cosas como: «si crees que el presupuesto republicano tiene algún tipo de fundamento moral, lee esto» o «si piensas que Obama no fue responsable del hundimiento de la economía, lee esto». Algunos de los artículos son muy útiles pero la forma en la que los presentan no lo es y la oposición se niega a leerlos, mucho menos a leerlos con la mente abierta. Solo un 16% de los usuarios de redes sociales han cambiado alguna vez de opinión gracias a las publicaciones de amigos sobre algún tema político, según estudios de Pew Internet & American Life Project. Muchos de estos cambios han sido de liberales que han adoptado ideas más conservadoras y viceversa.
Molesto por los intentos de la gente que intenta «educarme» a gritos, publiqué en Facebook el otro día: «el que no esté deacuerdo contigo no significa que seas estúpido, malvado o ignorante». Me felicité, satisfecho, pensando que se convertiría en viral, que la gente haría viñetas cómicas con esto, e incluso que me invitarían a algún programa de tertulia para compartir mi sabiduría. Seis amigos le dieron a «me gusta» («me gusta» como medida de calidad en una publicación de Facebook), y varios escribieron comentarios ingeniosos, que en parte «me gustaron». Tras la reflexión, caí desde lo más alto del éxito hasta la más profunda inseguridad, pero me recuperé, quizá había dado en un punto sensible. Seguro que muchos de mis amigos se vieron señalados al sentir que habían intentado, con toda su buena fe, llevar a quienes no comparten sus ideas por el buen camino. Al final, añadí el comentario: «una de las razones por las que la gente con la que no estoy de acuerdo no es estúpida, malvada o ignorante es que también yo puedo equivocarme», a veces puedo ser yo el que está mal informado o está siendo subjetivo.
En Sobre la libertad, John Stuart Mill, argumenta que silenciar la opinión de la minoría equivale a pretender ser infalible. Todos podemos reconocer que nos equivocamos. Lo que pretendía con mi comentario era reconocer que podemos equivocarnos, si mis amigos me hubiesen comprendido hubieran sido más los que habrían pulsado «me gusta». Creo que lo que preocupa a la gente es la idea de que hay temas donde la gente preparada, inteligente, con las ideas claras y bien informados puedan estar en desacuerdo. De hecho, si pensamos en los políticos y especialistas, son pocas las veces que están deacuerdo.
Y no me malinterpretéis: sigo pensando que la mayoría de la población que no está de acuerdo conmigo son estúpidos, malvados o ignorantes… la mayoría, pero no todos.
Así que he decidido dar a la gente el beneficio de la duda. Si no estás de acuerdo conmigo, asumiré que eres una de las personas con quien puedo no estar de acuerdo en asuntos de importancia. Los filósofos no somos ajenos a esto, hemos estado dándole vueltas a los mismos temas durante milenios. Y no por ello llegamos a la conclusión de que no existen respuestas correctas a cuestiones que nos preocupan, simplemente seguimos discutiendo. Y de vez en cuando, alguna duda se resuelve gracias a nueva información o nuevos puntos de vista.
Así que, ¿qué puedo hacer con Facebook? En cierta forma, el medio es también el mensaje y Facebook es bastante inapropiado para llevar un diálogo político racional, pero al menos en este sentido Facebook y la política no se mezclan. Así que mientras Mill cree que está bien «insistir» à la Socrates, yo he decidido no usar Facebook para eso. La libertad de expresión no implica que nos apartemos del resto, sino que seamos prudentes y argumentemos de manera constructiva y amigable.
No puedo cambiar la forma de pensar de nadie a base de reproches y menosprecios. Lo único que puedo hacer es controlar mi actitud en Facebook, lección que seguiré aprendiendo dolorosa y lentamente. Quizá pueda dar ejemplo a los demás, aunque no espero grandes cambios. Voy a resistir el impulso de borrar a muchos de mis amigos que aun no se han aplicado la lección. Facebook me permite conocer opiniones diferentes a las mías. Hay filósofos de toda índole política que defienden la teoría de Mill sobre la libertad de expresión, pero solemos olvidar que él también insistía en que aprendiésemos de los diferentes puntos de vista de la gente, por eso los liberales deberían escuchar a Rush Limbaugh y los conservadores a Rachel Maddow. Y, definitivamente, si eres mi amigo en Facebook estás a salvo de ser eliminado.
*Actualmente, William Irwin se encuentra escribiendo una novela titulada Facebook anonymous.
Artículo original: http://www.psychologytoday.com/blog/plato-pop/201209/facebook-friends-and-opposing-opinions
Traducido al castellano por Yolanda Sancho, revisado por Adrián Pérez.
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